domingo, 12 de junio de 2011

los tres cerditos..... un verdadero clasico

EL HADA Y LA SOMBRA...

Hace mucho, mucho tiempo, antes de que los hombres y sus ciudades llenaran la tierra, antes incluso de que muchas cosas tuvieran un nombre, existía un lugar misterioso custodiado por el hada del lago. Justa y generosa, todos sus vasallos siempre estaban dispuestos a servirle. Y cuando unos malvados seres amenazaron el lago y sus bosques, muchos se unieron al hada cuando les pidió que la acompañaran en un peligroso viaje a través de ríos, pantanos y desiertos en busca de la Piedra de Cristal, la única salvación posible para todos.
El hada advirtió de los peligros y dificultades, de lo difícil que sería aguantar todo el viaje, pero ninguno se asustó. Todos prometieron acompañarla hasta donde hiciera falta, y aquel mismo día, el hada y sus 50 más leales vasallos comenzaron el viaje. El camino fue aún más terrible y duro que lo había anunciado el hada. Se enfrentaron a bestias terribles, caminaron día y noche y vagaron perdidos por el desierto sufriendo el hambre y la sed. Ante tantas adversidades muchos se desanimaron y terminaron por abandonar el viaje a medio camino, hasta que sólo quedó uno, llamado Sombra. No era el más valiente, ni el mejor luchador, ni siquiera el más listo o divertido, pero continuó junto al hada hasta el final. Cuando ésta le preguntaba que por qué no abandonaba como los demás, Sombra respondía siempre lo mismo "Os dije que os acompañaría a pesar de las dificultades, y éso es lo que hago. No voy a dar media vuelta sólo porque haya sido verdad que iba a ser duro".
Gracias a su leal Sombra pudo el hada por fin encontrar la Piedra de Cristal, pero el monstruoso Guardián de la piedra no estaba dispuesto a entregársela. Entonces Sombra, en un último gesto de lealtad, se ofreció a cambio de la piedra quedándose al servicio del Guardián por el resto de sus días...
La poderosa magia de la Piedra de Cristal permitió al hada regresar al lago y expulsar a los seres malvados, pero cada noche lloraba la ausencia de su fiel Sombra, pues de aquel firme y generoso compromiso surgió un amor más fuerte que ningún otro. Y en su recuerdo, queriendo mostrar a todos el valor de la lealtad y el compromiso, regaló a cada ser de la tierra su propia sombra durante el día; pero al llegar la noche, todas las sombras acuden el lago, donde consuelan y acompañan a su triste hada.

Autor.. Pedro Pablo Sacristán

lunes, 6 de junio de 2011

RAMON PREOCUPON

Ramón es un preocupón. Se preocupa tanto que no puede dormir. Por suerte su abuela sabe lo que él necesita para vencer sus miedos. Una vez que conoce su secreto, Ramón se da cuenta que no debe preocuparse más...

sábado, 4 de junio de 2011

la princesa de fuego

Hubo una vez una princesa increíblemente rica, bella y sabia. Cansada de pretendientes falsos que se acercaban a ella para conseguir sus riquezas, hizo publicar que se casaría con quien le llevase el regalo más valioso, tierno y sincero a la vez. El palacio se llenó de flores y regalos de todos los tipos y colores, de cartas de amor incomparables y de poetas enamorados. Y entre todos aquellos regalos magníficos, descubrió una piedra; una simple y sucia piedra. Intrigada, hizo llamar a quien se la había regalado. A pesar de su curiosidad, mostró estar muy ofendida cuando apareció el joven, y este se explicó diciendo:
- Esa piedra representa lo más valioso que os puedo regalar, princesa: es mi corazón. Y también es sincera, porque aún no es vuestro y es duro como una piedra. Sólo cuando se llene de amor se ablandará y será más tierno que ningún otro.
El joven se marchó tranquilamente, dejando a la princesa sorprendida y atrapada. Quedó tan enamorada que llevaba consigo la piedra a todas partes, y durante meses llenó al joven de regalos y atenciones, pero su corazón seguía siendo duro como la piedra en sus manos. Desanimada, terminó por arrojar la piedra al fuego; al momento vio cómo se deshacía la arena, y de aquella piedra tosca surgía una bella figura de oro. Entonces comprendió que ella misma tendría que ser como el fuego, y transformar cuanto tocaba separando lo inútil de lo importante.
Durante los meses siguientes, la princesa se propuso cambiar en el reino, y como con la piedra, dedicó su vida, su sabiduría y sus riquezas a separar lo inútil de lo importante. Acabó con el lujo, las joyas y los excesos, y las gentes del país tuvieron comida y libros. Cuantos trataban con la princesa salían encantados por su carácter y cercanía, y su sola prensencia transmitía tal calor humano y pasión por cuanto hacía, que comenzaron a llamarla cariñosamente "La princesa de fuego".
Y como con la piedra, su fuego deshizo la dura corteza del corazón del joven, que tal y como había prometido, resultó ser tan tierno y justo que hizo feliz a la princesa hasta el fin de sus días

la estufa de hierro hermanos Grimm

viernes, 3 de junio de 2011

El lobo bobo y la zorra astuta

Había una vez una zorra que tenía dos zorritas de corta edad. Cerca de su casa, que era una chocita, vivía un lobo, su compadre. Un día que pasaba por allí, vio que este había hecho mucha obra en su casa y la había puesto que parecía un palacio. Díjole el compadre que entrase a verla, y vio que tenía su sala, su alcoba, su cocina y hasta su despensa, que estaba muy bien provista.
-Compadre -le dijo la zorra-, veo que aquí lo que falta es un tarrito de miel.
-Verdad es -contestó el lobo.
Y como acertaba a la sazón a pasar por la calle un hombre pregonando:
Miel de abejas,
zumo de flores,
comprola el lobo, y llenó con ella un tarrito, diciéndole a su comadre que, estando rematada la obra de su casa, la convidaría a un banquete y se comerían la miel.
Pero la obra no se acababa nunca, y la zorra, que se chupaba las patas por la miel, estaba deshaciéndose por zampársela.
Un día le dijo al lobo:
-Compadre, me han convidado para madrina de un bautizo, y quisiera que me hiciese usted el favor de venirse a mi casa a cuidar de mis zorritas, entre tanto que estoy fuera.
Accedió el lobo, y la zorra, en lugar de ir al bautismo, se metió encasa del lobo, se comió una buena parte de la miel, cogió nueces, avellanas, higos, peras, almendras y cuanto pudo rapiñar, y se fue al campo a comérselos alegremente con unos pastores, que en cambio le dieron leche y queso.
Cuando volvió a su casa, dijo el lobo:
-Vaya, comadre; ¿qué tal ha estado su bautizo?
-Muy bueno -contestó la zorra.
-Y el niño, ¿cómo se llama?
-«Empezili» -respondió la supuesta madrina.
-¡Ay, qué nombre! -dijo su compadre.
-Ese no reza en el almanaque. Es un santo de poca nombradía -respondió la zorra.
-¿Y los dulces? -preguntó el compadre.
-Ni un dulce ha habido -respondió la zorra.
-¡Ay, Jesús, y qué bautismo! -dijo engestado el lobo-. ¡No he visto otro! Yo me he quedado aquí todo el día como una ama de cría con las zorritas por tal de comerlos, y se viene usted con las patas vacías. ¡Pues está bueno!
Y se fue enfurruñado.
A poco tuvo la zorra grandes ganas de volver a comer miel, y se valió de la misma treta para sacar al lobo de su casa, prometiéndole que le traería dulces del bautismo. Con esas buenas palabras convenció al lobo, y cuando volvió a la noche, después de haberse pasado un buen día de campo y haberme comido la mitad de la miel, le preguntó su compadre que cómo le habían puesto al niño. A lo que ella contestó:
-«Mitadili».
-¡Vaya un nombre! -dijo el compadre, que, por lo visto, era un poco bobo-. No he oído semejante nombre en mi vida de Dios.
-Es un santo moro -le respondió su comadre.
Y el lobo quedó muy convencido de este marmajo, y le preguntó por los dulces.
-Me eché un rato a dormir bajo un olivo, vinieron los estorninos y se llevaron uno en cada pata y otro en el pico -respondió la zorra.
El lobo se fue enfurruñado y renegando de los estorninos.
Al cabo de algún tiempo fue la zorra con la misma pretensión a su compadre.
-¡Que no voy! -dijo este-. Que tengo que cantarle la nana a sus zorrillas para dormirlas, y no me da la gana de meterme al cabo de mis años a niñera, sin que llegue el caso que traiga usted un dulce siquiera de tanto bautizo a que la convidan.
Pero tanta parola le metió la comadre y tantas promesas le hizo de que le traería dulces, que al fin convenció al lobo a que se quedase en su choza.
Cuando volvió la zorra, que se había comido toda la miel que quedaba, le preguntó el lobo que cómo le habían puesto al niño, a lo que contestó:
-«Acabili».
-¡Qué nombre! ¡Nunca lo he oído! -dijo el lobo.
-A ese santo no le gusta que suene su nombre, respondió la zorra.
-Pero ¿y los dulces? -preguntó el compadre.
-Se hundió el horno del confitero y todos se quemaron -respondió la zorra.
El lobo se fue muy enfadado, diciendo:
-Comadre, ojalá que a sus dichosos ahijados «Empezili», «Mitadili» y «Acabili», se les vuelvan cuantos dulces se metan en la boca guijarros.
Pasado algún tiempo, le dijo la zorra al lobo:
-Compadre, lo prometido es deuda; su casa de usted está rematada, y tiene usted que darme el banquete que me prometió.
El lobo, que tenía todavía coraje, no quería; pero al fin se dejó engatusar, y se dio el convite a la zorra.
Cuando llegó la hora de los postres, trajo, como había prometido, la orza de miel, y venía diciendo al traerla:
-¡Qué ligera que está la orcita! ¡Qué poco pesa la miel!
Pero cuando la destapó se quedó cuajado al verla vacía.
-¿Qué es esto? -dijo.
-¡Qué ha de ser! -respondió la zorra-. ¡Que usted se la ha comido toda para no darme parte!
-Ni la he probado siquiera -dijo el lobo.
-¡Qué! Es preciso, sino que usted no se acuerda.
-Digo a usted que no, ¡canario! Lo que es que usted me la ha robado, y que sus tres ahijados, «Empezili», «Mitadili» y «Acabili», han sido empezar, mediar y acabar con mi miel.
-¿Conque tras que usted se comió la miel por no dármela, encima me levanta un falso testimonio? Goloso y maldiciente, ¿no se le cae a usted el hocico de vergüenza?
-¡Que no me la he comido, dale! Quien se la ha comido es usted, que es una ladina y ladrona, y ahora mismo voy al león a dar mi queja.
-Oiga usted, compadre, y no sea tan súbito -dijo la zorra-. El que comió miel, en poniéndose a dormir al sol la suda. ¿No sabía usted eso?
-Yo, no- dijo el lobo.
-Pues mucha verdad que es -prosiguió la zorra-. Vamos a dormir la siesta al sol, y cuando nos despertemos, aquel que le sude la barriga miel, no hay más sino que es el que se la ha comido.
Convino al cabo, y se echaron a dormir al sol.
Apenas oyó la zorra roncar a su compadre, cuando se levantó, arrebañó la orza y le untó la barriga con la miel que recogió. Se lamió la pata y se echó a dormir.
Cuando el lobo se despertó y se vio con la barriga llena de miel, dijo:
-¡Ay, sudo miel! Verdad es, pues yo me la comí. Pero puedo jurar a usted, comadre, que no me acordaba. Usted perdone. Hagamos las paces, y váyase el demonio al infierno.